Año nuevo, vida nueva

Lo hice. Ayer lo hice. Después de 6 meses y 26 días decidí que era momento para borrar sus fotos de mi perfil de instagram con la excusa de que se acaba el año y todos los perfiles ahora hacen recopilatorio de sus mejores momentos. De 282 me quedaron 164. Tenían que irse, tenían que desaparecer de ahí. En realidad no las borré, solo las archivé, de forma que se quedan guardadas y solo las puedo ver yo. Pero es que las veía demasiado a menudo y no me hacían bien. Porque no era real. Lo fue, quiero pensar que lo fue, aunque fuera por un tiempo. Pero al final no era real. Para mí, sí, siempre lo fue, pero no sé en qué momento dejó de serlo para él. Y no podía seguir teniendo esas fotos ahí y que me siguieran doliendo por no saber si todo lo que yo expresaba y sentía era recíproco.

Mi perfil de instagram acumula momentos vividos con personas. Me encanta que sea para eso, para echar la vista atrás y recordar. Pero hay recuerdos que ahora mismo me hacen tener un sentimiento agridulce y no quiero pasar por ahí. Dicen que el tiempo lo cura todo. Yo creo que el tiempo y la vida nos van poniendo oportunidades y nosotros vamos tomando decisiones, así que más bien somos nosotros los que nos ponemos en nuestro propio lugar. Por lo tanto, no creo que el tiempo me vaya a curar. Sé que tengo que ser yo, sé que tengo que soltar de alguna forma todo lo que pienso, todo lo que pasó, pero es que no puedo, no quiero, no me sale. Ni si quiera me sale aquí, escribiendo de forma anónima y sabiendo que solo dos personas de mi entorno podrían leerlo. No me sale ni conmigo a solas delante de un espejo. Solo podría decírselo a él y no es la solución porque es la última persona en el mundo a la que querría ver. A pesar de que él me ha dicho de tomar un café, pero es que me cuesta imaginarme el momento de vernos.

Él estaría sentado, esperándome, con ganas de contarme cómo ha cambiado su vida en estos 6 meses. Yo llegaría, temblando, todavía con la duda de si darle dos besos o sentarme directamente. Probablemente diría un vergonzoso «hola» mientras apartase la silla para sentarme. Él estaría contento de verme, como cuando te reencuentras con un amigo que hace años que no ves. Yo estaría deseando que él empezase una conversación, la que fuera, con tal de que se acabase ese silencio incómodo. Me sentiría enfadada, pero sin ganas de montar en cólera para soltarlo todo. Porque yo soy así, puedo estar cabreada mucho tiempo y fingir normalidad. Tengo que estar realmente enfadada en ese momento para que pueda explotar. Quizás por eso ahora no me sale, porque aunque está ahí acumulado, ahora mismo no estoy suficientemente enfadada como para que salga. Y ya no sería capaz de imaginarme nada más…

De verdad me alegraría que me contase lo bien que va su vida ahora, lo mucho que ha cambiado. Espero sinceramente que su vida mejore en todos los aspectos posibles, que él evolucione como persona, que su familia tenga salud durante mucho tiempo… Pero me dolería saber que todo eso ha pasado ahora que yo ya no estoy en su vida ni él en la mía. Así que prefiero seguir viviendo en la ignorancia. Porque desde el primer momento pude superar que ya no fuera a formar parte de mi futuro, que ya no tuviéramos un futuro común. Pero no puedo entender que ahora quiera ser más amigo mío que durante 8 años cuando era (éramos) algo más.

Adiós, adiós, que te vaya bien…

Desaparece, solo espero no volver a verte.

 

Deja un comentario